La hernia discal es una patología que afecta al disco intervertebral. Éste está formado por el núcleo pulposo y un anillo fibroso que lo rodea. Las presiones repetidas y los movimientos de torsión sobre la columna vertebral pueden desencadenar una degeneración de este anillo fibroso y por tanto, una alteración del núcleo pulposo. Así, según la gravedad de la lesión se distinguen varios tipos de alteración:
- Fisura: rotura parcial de las fibras del anillo sin alteración del núcleo pulposo.
- Protusión discal: además de la rotura parcial del anillo, se produce cierta migración del núcleo pulposo.
- Hernia discal: rotura total del anillo fibroso y extrusión del núcleo pulposo.
En función del nivel de la columna vertebral en el que se produce, la hernia discal puede ser cervical, dorsal o lumbar. Las hernias lumbares son las más frecuentes, en el 90% de los casos son L4-L5 o L5-S1.
Manifestaciones clínicas
La migración del núcleo pulposo da lugar a la compresión de las estructuras periféricas. En función de la dirección de la migración aparecerán diferentes síntomas. Si el núcleo se desvía en sentido posterolateral aparecerán signos de afectación radicular (cervicobraquialgia a nivel cervical y lumbociatalgia a nivel lumbar), mientras que si se produce en sentido posteriomedial, lo que se verá comprometido es la médula directamente.
Síntomas de compresión radicular:
- Cercicobraquialgia: dolor en zona cervical que se irradia al hombro y al brazo del lado de la compresión nerviosa.
- Lumbociatalgia: dolor en zona lumbar que desciende por el glúteo y zona posterior de la pierna llegando incluso hasta el pie.
Además, se puede producir debilidad muscular y/o alteración de la sensibilidad en músculos/ dermatomas concretos en función de las raíces afectas.
Es importante destacar que la presencia de síntomas de compresión nerviosa no implica directamente la existencia de una hernia discal.
Síntomas de compresión medular:
Por debajo del nivel de lesión se produce disminución de la fuerza y de la sensibilidad de forma generalizada y bilateral. Se puede producir pérdida del control de esfínteres.
En cualquiera de los casos, el dolor se alivia con extensión vertebral y se agrava con la flexión, sedestación, deambulación, y al toser, defecar o ante cualquier esfuerzo intenso.
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